sábado, 9 de enero de 2010

Renacer.


Tan pequeños son, incluso más diminutos que un grano de arena; pero pueden llenar inmensos vacios, cubrir valles enteros de dolor y hacer salir el sol en un abrir y cerrar de ojos...

Tan increibles, que pueden hacerte ver todo el potencial de por ejemplo, una vieja pared destruida y despintada por el paso del tiempo, en una construcción olvidada... inclusive tu mismo potencial que dejaste atrás olvidado y hoy esa fuerza te hace replantear muchas cosas, como devolviéndote el poder que en verdad, nunca perdiste...

Tan perfectos, que pueden hacerte olvidar todas tus imperfecciones y mostrarte ese camino alternativo, que no siempre es el más agradable pero de seguro es el mejor... Ese camino que simplemente no ves aunque te choque de frente cuando te sientes vacio...

Y todo de repente empieza a tomar forma de a poco, hasta lo más absurdo tiene sentido y se genera una escalera de sensaciones que va potenciándose con el pasar de los días... y cada vez se hace más y más grande hasta el día en que llegue a explotar y todo eso por lo que trabajaste, todo el esfuerzo habrá valido la pena.

Por que es tan puro y simple como el canto de un ave en medio del campo, cuando el sol se sonroja tras los árboles y en ese preciso momento inhalas todo el aire posible llenando tus pulmones como si tratases de hacer crecer tu alma... Es ahi cuando finalmente exhalas, relajando cada músculo de tú cuerpo y todo parece increible, como sacado de un cuento de hadas...

Son esos pequeños detalles, los que a diario me hacen renacer...

07/08/2009 - M. A. Laplagne

Nota del autor: vuelvo a publicar un escrito no tan viejo. En esta oportunidad algo más bien alegre (para aquellos que dicen, solo escribo cosas tristes).

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