Solo escucho el viento correr y tu risa callada. Cierro mis ojos; casi te puedo sentir. Mi piel se crespa, la cabeza parece inflamarse y rueda una lágrima hasta el mentón, se detiene, cae al vacío. Un golpe hace que abra mis ojos y vuelvo a la realidad. Me gustaría estar contigo.
Golpean la puerta otra vez y pasan sin esperar. Trato de disimularlo, seco el camino húmedo que dejó la lágrima de tu recuerdo mientras contesto en forma automática, sin pensar. Solo espero que se vaya para poder volver a tí.
Pero ya es tarde, la realidad se apropio de mi mente y me prohibió seguir flotando entre sueños de tu mano. El mundo sigue girando a su paso lento pero constante, aunque para mi fueron tan solo quince segundos en los que el corazón dejó de latir y el aire ya no era necesario.
Que daría por verte y compartir contigo cada una de estas sensaciones que provocas sin siquiera saberlo...
M. A. Laplagne 13/02/2010
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